jueves, 15 de septiembre de 2011

Para Volver A Armar

Yo me acuerdo de la desiderata, me acuerdo de vos, me acuerdo de todo... De las fotos dibujando un laberinto de suspiros, del amor nunca empobrecido (aunque yo creía que sí...) Recuerdo mis primeras rimas, las del Karma, recuerdo la melodía de las palabras al momento de escribirlas, esa conjunción perfecta & perpetua, para siempre. [Este recuerdo me atraviesa (otros no) como un rayo, si lo recuerdo, lo revivo, lo repaso por el corazón].

Siempre me pasa lo mismo, que me acuerdo. Acerco el corazón a lo que fui, a lo que fuiste, a lo que fuimos. Me confundo con vos, en el sentido de fundirse. Me hago uno con el humo, cantando en espiral. No sé por qué este silencio (hoy) sabe a luz, sabe azul. Cuando no quise más muerte, la hubo. Y, en un punto, está bien. Porque siempre sucede lo que no queremos, y lo que queremos, también. Solo es una cuestión de punto de vista. Ya lo aprendí. Y, puesto que me repuse de toda ella, acá estoy, escribiendo, respirando, moviendo los dedos para iluminar. [Y siempre al final de la escritura siento lo mismo, que la realidad de hace cinco minutos ya cambió. Y es tan real. Como siempre. Como la primera vez que lo descubrí. Por eso escribo. Para cambiar lo que no me gusta].

Si cierro los ojos, es tan grande lo que hay allí, tan inmenso, tan poderoso que ni el viento más fuerte (el viento traidor, ese anhelo del destino) puede arrancarlo. Ya sopló pero vio que no se podía y se fue, quizás a buscar abismos más frágiles que el mío. Se me mezcla la poesía con la prosa, se mezcla todo alrededor -y adentro- se mezclan sonidos con olvidos, me mezclo yo. Me confundo.

Cuando volvieron esas palabras a mí, me emocioné con ellas, porque, por fin, estabas de vuelta [Estabas de vuelta en el recuerdo lúcido] Pero no lloré -como antes- porque las lágrimas se habían convertido en flores. No flores de cementerio, horribles, frías, traicioneras. Flores para un encuentro, flores que no habían sido arrancadas. Déjenlas, con sus plantas, déjenlas dónde tienen que estar. No las alteren. Se enojan, pierden los colores, y si se va el azul, yo quiero saber a dónde.

Me asombro cuando no escribo porque todo se tiñe de negro. Yo digo que el silencio, si avisa, no traiciona. Yo lo busco porque lo necesito. El silencio es cerrar los ojos y escuchar. Tantos ecos, escuchar.
Y pienso, también, en la posibilidad de recuperar, de volver a armar todo aquello que se perdió. ["Todo no", me dijo el otro. "Todo no se puede", y yo refunfuñé] Volver a armarlo (amarlo) con palabras, dispersas y extravagantes, vanguardistas. Y, puesto que lo puedo armar, soy feliz. Aun imperfecto, aun egoísta, aún esperando, aún sin nunca. Elevado. Haciendo religión con todas las partes sueltas, aunando pedazos de egos tirados por ahí.

[Las primeras pasiones fueron tan determinantes que me hicieron lo que soy. Sentir ese fuego adentro, ese fuego que puede con todo]

Por eso soy feliz -fugazmente- por eso soy este y no otro, porque hablo con mis Egos y los conozco bien de frente, los aniquilo con vehemencia. Combato con el olvido, mano a mano. Por eso, quizás, estoy acá escribiendo -moviendo los dedos, respirando cada palabra hasta ahogarme-.
Para cambiar la realidad sensible
Para volver a armar
Para volver a amar

1 comentario:

alis dijo...

como la vida pasando en fotogramas delante tuyo, pero no te moriste, edu!!!!!!
lo magnífico, es que es tu vida, y es la vida y eso se lee.
besosss