sábado, 28 de abril de 2012

Libertándome (XXVII - IV - MMXII)

Hay momentos en los que me siento encerrado en mí mismo (enmudecido) en una jaula invisible cuyos barrotes están hechos de silencios, de estares no dichos.
Entonces necesito escribir para saber quién soy, para cortar a fuego los barrotes y liberarme, transpirar los silencios, decir callar diciendo.

En momentos como esos, los barrotes oprimen en lágrimas oprimidas viejas partidas, viejos duelos: combates mano a mano entre el olvido y la novedad.
Pero las palabras son suficientes cuando se ponen en un papel y hablan, no habla el cuerpo, hablan las palabras, abren surcos cuando el deseo se confunde con la confusión y el trauma desgarra. Desgarra la soledad y el poema interpela, el poema acuchilla en girones el silencio innombrable: lo sagrado.

Cuando me quiero liberar de la jaula lo hago con palabras que prorrompen indefinidas como signos de instintos lejanos, antiguos.
Cuando me libero, renuevo mi percepción y me cubre un dulce verdor, ya desencadenado.
Pero hay besos que liberan también: besos de esos que rozan susurros y ensueños, de esos que liberan las fronteras entre lo que es y lo que no, entre lo posible y lo real, lo ilegal.

Hay deseos de besos como fuentes para abrevar y acercarse a la verdad, acomodarse.
Por eso, ahora, asomo la cabeza desde la jaula con barrotes que aprisionan mi sentir. Me asomo. Me asombro. Me río del tiempo y del reloj que ha inventado el hombre común. Me río y me acerco a la eternidad de saberme salvado por este instante en el que escribo, este instante que suscribe besos y versos: verdad.
Una imagen lírica me dice que ya es el final, que ya pasó, que ya soy niño otra vez: niño despojado y lleno de sueños, de mágica posibilidad.

Así volvió a nacer el niño que fui: nació de la poesía parentética, de lo no dicho, de los comentarios. Un niño que comenta lo que siente y lo que ve, un niño que revienta su mirada llena de maravilla. Un niño testigo.


Las palabras y la poesía son un niño deseante y sediento de sed, de luz lúdica.
La poesía es el niño que libera su jaula con risas.
Riendo en palabras me libero, entonces, yo es otro.
Es otro yo.
Es ello.
Es contradicción.
Es adicción.

martes, 17 de abril de 2012

El disfraz

Cuántas veces has intentado ocultar el lenguaje, ocultarte. Cuántas veces, cuántas.
Cuánto de todo ese eludir y ocultar las sombras se filtra como un rayo de sol, partido en dos. Cómo has sabido que lo que disfraza abre la piel, sin querer. ¿Por qué las sombras? ¿Por quién?
Cuántas veces has querido ocultarte en el lenguaje abriendo surcos para no decir, diciendo el silencio y lo demás también. Desdecir.
Por qué envolver el anzuelo después de morderlo para que los otros no sepan tu debilidad, por qué la no posibilidad. Si hay dolor, que se note y que transpire memorias de sal, corrosivas.
Para qué la sonrisa velada, ocultada. La risa, por debajo, incierta, tímida, por qué. Qué sea amor desvelado, risa sin sombras, risueña, risombras.
Por qué el disfraz, por qué no dejar huellas, pasar por alto, callar. Inculcar los pasos, dando tumbos (aunque sea así)huellas-rasguños-señales para seguir, para descifrar los antecedentes del corazón, amorar espacios, copular.
El disfraz en cadencia, cae. El espejo devuelve lo que es, el reflejo es falso, la verdad también.
El sol miente si no quema, si está velado, es luna.