tanta noche ardiente falta
oscuridad que puedo
jugar hasta ríos
callarnos entre horas de luna
viento frágil como olvido
ellos dicen mar y respiras
vuelo húmedo tienes
el aire sabe del mal
frío puro este dolor
escapo aún
fuego
Todavía en la vida y en la muerte, todavía en el rayo y en la lluvia, todavía con la sangre y sin balas, todavía con lo mío y lo tuyo, todavía con el fuego en el agua, todavía con el calor del frío, todavía en la tierra divina y en el infierno de la palabra, todavía en la flor del cactus el colibrí se bebe el amanecer... Escrito anónimo en la Plaza de Mina Clavero, Córdoba, República Argentina.
jueves, 22 de septiembre de 2011
lunes, 19 de septiembre de 2011
Para no morir de sed
el cigarro sostiene el humo
sostenido por ese
sostenerse de algo como humo
que no es
que no pesa
que te flota
socavar emociones. Bardo.
el humo, verdugo de las cenizas
todo el tiempo, pasadizas
¿querías sueños? Cerrá los ojos.
(Sí los cerraste la poesía se terminó ahí. Pero si no)
¿qué dice lo que ves? ¿qué cuenta?
dónde asido el mar
a llorar, en sonido ambiente
en crecer
para no morir
de
sed
mirando el mar
que no puede tomarse
a
sí
mismo
sostenido por ese
sostenerse de algo como humo
que no es
que no pesa
que te flota
socavar emociones. Bardo.
el humo, verdugo de las cenizas
todo el tiempo, pasadizas
¿querías sueños? Cerrá los ojos.
(Sí los cerraste la poesía se terminó ahí. Pero si no)
¿qué dice lo que ves? ¿qué cuenta?
dónde asido el mar
a llorar, en sonido ambiente
en crecer
para no morir
de
sed
mirando el mar
que no puede tomarse
a
sí
mismo
jueves, 15 de septiembre de 2011
Para Volver A Armar
Yo me acuerdo de la desiderata, me acuerdo de vos, me acuerdo de todo... De las fotos dibujando un laberinto de suspiros, del amor nunca empobrecido (aunque yo creía que sí...) Recuerdo mis primeras rimas, las del Karma, recuerdo la melodía de las palabras al momento de escribirlas, esa conjunción perfecta & perpetua, para siempre. [Este recuerdo me atraviesa (otros no) como un rayo, si lo recuerdo, lo revivo, lo repaso por el corazón].
Siempre me pasa lo mismo, que me acuerdo. Acerco el corazón a lo que fui, a lo que fuiste, a lo que fuimos. Me confundo con vos, en el sentido de fundirse. Me hago uno con el humo, cantando en espiral. No sé por qué este silencio (hoy) sabe a luz, sabe azul. Cuando no quise más muerte, la hubo. Y, en un punto, está bien. Porque siempre sucede lo que no queremos, y lo que queremos, también. Solo es una cuestión de punto de vista. Ya lo aprendí. Y, puesto que me repuse de toda ella, acá estoy, escribiendo, respirando, moviendo los dedos para iluminar. [Y siempre al final de la escritura siento lo mismo, que la realidad de hace cinco minutos ya cambió. Y es tan real. Como siempre. Como la primera vez que lo descubrí. Por eso escribo. Para cambiar lo que no me gusta].
Si cierro los ojos, es tan grande lo que hay allí, tan inmenso, tan poderoso que ni el viento más fuerte (el viento traidor, ese anhelo del destino) puede arrancarlo. Ya sopló pero vio que no se podía y se fue, quizás a buscar abismos más frágiles que el mío. Se me mezcla la poesía con la prosa, se mezcla todo alrededor -y adentro- se mezclan sonidos con olvidos, me mezclo yo. Me confundo.
Cuando volvieron esas palabras a mí, me emocioné con ellas, porque, por fin, estabas de vuelta [Estabas de vuelta en el recuerdo lúcido] Pero no lloré -como antes- porque las lágrimas se habían convertido en flores. No flores de cementerio, horribles, frías, traicioneras. Flores para un encuentro, flores que no habían sido arrancadas. Déjenlas, con sus plantas, déjenlas dónde tienen que estar. No las alteren. Se enojan, pierden los colores, y si se va el azul, yo quiero saber a dónde.
Me asombro cuando no escribo porque todo se tiñe de negro. Yo digo que el silencio, si avisa, no traiciona. Yo lo busco porque lo necesito. El silencio es cerrar los ojos y escuchar. Tantos ecos, escuchar.
Y pienso, también, en la posibilidad de recuperar, de volver a armar todo aquello que se perdió. ["Todo no", me dijo el otro. "Todo no se puede", y yo refunfuñé] Volver a armarlo (amarlo) con palabras, dispersas y extravagantes, vanguardistas. Y, puesto que lo puedo armar, soy feliz. Aun imperfecto, aun egoísta, aún esperando, aún sin nunca. Elevado. Haciendo religión con todas las partes sueltas, aunando pedazos de egos tirados por ahí.
[Las primeras pasiones fueron tan determinantes que me hicieron lo que soy. Sentir ese fuego adentro, ese fuego que puede con todo]
Por eso soy feliz -fugazmente- por eso soy este y no otro, porque hablo con mis Egos y los conozco bien de frente, los aniquilo con vehemencia. Combato con el olvido, mano a mano. Por eso, quizás, estoy acá escribiendo -moviendo los dedos, respirando cada palabra hasta ahogarme-.
Para cambiar la realidad sensible
Para volver a armar
Para volver a amar
Siempre me pasa lo mismo, que me acuerdo. Acerco el corazón a lo que fui, a lo que fuiste, a lo que fuimos. Me confundo con vos, en el sentido de fundirse. Me hago uno con el humo, cantando en espiral. No sé por qué este silencio (hoy) sabe a luz, sabe azul. Cuando no quise más muerte, la hubo. Y, en un punto, está bien. Porque siempre sucede lo que no queremos, y lo que queremos, también. Solo es una cuestión de punto de vista. Ya lo aprendí. Y, puesto que me repuse de toda ella, acá estoy, escribiendo, respirando, moviendo los dedos para iluminar. [Y siempre al final de la escritura siento lo mismo, que la realidad de hace cinco minutos ya cambió. Y es tan real. Como siempre. Como la primera vez que lo descubrí. Por eso escribo. Para cambiar lo que no me gusta].
Si cierro los ojos, es tan grande lo que hay allí, tan inmenso, tan poderoso que ni el viento más fuerte (el viento traidor, ese anhelo del destino) puede arrancarlo. Ya sopló pero vio que no se podía y se fue, quizás a buscar abismos más frágiles que el mío. Se me mezcla la poesía con la prosa, se mezcla todo alrededor -y adentro- se mezclan sonidos con olvidos, me mezclo yo. Me confundo.
Cuando volvieron esas palabras a mí, me emocioné con ellas, porque, por fin, estabas de vuelta [Estabas de vuelta en el recuerdo lúcido] Pero no lloré -como antes- porque las lágrimas se habían convertido en flores. No flores de cementerio, horribles, frías, traicioneras. Flores para un encuentro, flores que no habían sido arrancadas. Déjenlas, con sus plantas, déjenlas dónde tienen que estar. No las alteren. Se enojan, pierden los colores, y si se va el azul, yo quiero saber a dónde.
Me asombro cuando no escribo porque todo se tiñe de negro. Yo digo que el silencio, si avisa, no traiciona. Yo lo busco porque lo necesito. El silencio es cerrar los ojos y escuchar. Tantos ecos, escuchar.
Y pienso, también, en la posibilidad de recuperar, de volver a armar todo aquello que se perdió. ["Todo no", me dijo el otro. "Todo no se puede", y yo refunfuñé] Volver a armarlo (amarlo) con palabras, dispersas y extravagantes, vanguardistas. Y, puesto que lo puedo armar, soy feliz. Aun imperfecto, aun egoísta, aún esperando, aún sin nunca. Elevado. Haciendo religión con todas las partes sueltas, aunando pedazos de egos tirados por ahí.
[Las primeras pasiones fueron tan determinantes que me hicieron lo que soy. Sentir ese fuego adentro, ese fuego que puede con todo]
Por eso soy feliz -fugazmente- por eso soy este y no otro, porque hablo con mis Egos y los conozco bien de frente, los aniquilo con vehemencia. Combato con el olvido, mano a mano. Por eso, quizás, estoy acá escribiendo -moviendo los dedos, respirando cada palabra hasta ahogarme-.
Para cambiar la realidad sensible
Para volver a armar
Para volver a amar
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