domingo, 8 de diciembre de 2013

Hay Voses (realidad gerundia)


Te quiero decir que aprendí a mirar en el fin de este mar
sombra marfil, hoy yo siento que llegas a mí, a curar mi mal...

(Luis Alberto Spinetta)



Mi casa huele a sexo. Eso tensiona mi deseo de vos. Sí, de vos, porque el otro ya se fue. Entonces intento prostituir esta calma incipiente, colocarla en un lugar y nada más. Instituirla prostituyéndola.
Hay ráfagas en las que llegás, así, de repente, a mi presente. Hay un vos en todas partes, te lo juro. Pero ya aprendí que hay sedimentos que pierden su sed, con el tiempo. Pero están ahí: haciendo de plataforma para otra vez poner los ladrillos y, así, poder saltar hasta el cielo que es naranja.

La sed del desierto es su deseo, el hambre del cielo es poder estrellarse para ser percibido.

Mi casa huele a verde, a nacimiento. Y es porque abrí los ojos hoy y me desperté, vi por primera vez, me desperté. Me nací, me vi, me reconocí, me escribí y me maté, otra vez al fin. Pero hay un nacer que es para toda la vida, o para toda la muerte.

Hay una realidad gerundia donde todo sucede a la vez y yo, cirujano de tus formas, intento delinearte para darte vida y darte un lugar gerundio en mi espacio, habitándonos, volátiles los dos. Nunca inmóviles, sí conmovidos. Habitándonos, atravesándonos, desarmándonos, mutilándonos también yendo hacia algo verdadero.

Mi ejercicio es ir mutando en otras pieles que ahuyenten lo que me lastima. Todavía.
Mi ejercicio es desnudar las palabras, sacarles la ropa y desnudar -al fin- esta metáfora que es tu ausencia. Pero quiero desocuparme de tu recuerdo y quedar re loco, aceptando la credulidad en mis ojos.

Hay una nobleza de bronce hecha carne en mí. Incorruptible. Hay una nobleza de amor en mí que se alimenta de mi risa estruendosa y colorida. Te lo aseguro: la risa pinta colores en todo gris y en mi corazón, interpelando al sol para que abrigue y dé calor.

Siento que mi alimento hoy son las palabras. Comería palabras: de desayuno, de almuerzo, de cena, de postre y un café de palabras, también. Dulces y amargas. Un cortado de palabras completas. Un pan con palabras y azúcar. Una empanada de palabras cortadas a cuchillo. Sílabas de carne participia.

Mi casa huele a vos. Hay voces que trepan y me susurran lo que conozco pero esquivo, por miedo, haciendo un arco iris con tu recuerdo. Desestimo tu abrigo, perdón. Soy humano, desgraciadamente.
Luego, fumando, espanto toda voz de vos y me quedo conmigo, como siempre, arropándome como puedo, a veces, con una frazada de cactus.

Hay voses en mi casa, por todos lados.
Hay voses y un solo yo que nunca más estará solo.

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