Una transparencia que no alcanzo a atravesar mientras surgen cuerpos errantes que hacen el amor con el Silencio, que hacen el amor con la contradicción. Y mi cuerpo tendido de espaldas hacia la ausencia que quizá busca mi sombra o al niño perdido que llora detrás de la vieja pared.
No me dejes, no me dejes en el áspero hastío de esta soledad errante, vaga, de esta contradicción que busca constantemente su primitiva contradicción.
Ni velo mis huesos ni los tuyos, no puedo cantar el desprecio que teje en mí estos infinitos laberintos de sed y sombra, este incierto devenir hermoso y trágico como aquel silencio de amor y contradicción.
A veces me persigue un ingrávido temor que trepa por mis huesos crepitando mi nombre y mi jardín primitivo, ese jardín que ha sido borrado por el tic-tac del reloj hambriento, implacable, fugaz y eterno. Fugar en cuerpo y alma.
El viento ha tiznado mi legendario rostro azul como si yo lo hubiera deseado, como si yo lo hubiera convocado... No soy yo. O si lo soy, sólo que un poco más contrariado y visible como un poeta vulnerable que busca protección y reparo en el lenguaje para no quedar desnudo y solo, desamparado y triste. Eso es. Todo esto no fue en vano, entonces, si para encontrar la palabra que te nombra tuve que desear la palabra concreta que abre aquella fortaleza que late en mí como un tambor delirante y obscuro que condiciona todos mis posibles interrogantes.
¿Y qué más?, ¿qué hay detrás de ese espejo falso?. Hay lo real. Hay lo que ves. Hay lo que hay, me dijo el otro, el falso, el del espejo.
Vivir en eterna contradicción buscando la contradicción.
1 comentario:
"no puedo cantar el desprecio que teje en mí estos infinitos laberintos de sed y sombra"
Como si no lo hicieras en estos renglones...
me gusta cómo el texto es contradicción.. ya el título manifiesta la ambiguedad.
Muy bonito, Querido amigo.
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